Girl in Red en el Teatro Coliseo: Nos enamoramos en marzo

Por Fernanda Larrosa Gómez.

Sale al escenario pasadas las 9 de la noche. Las luces bajan para recibirla. Su traje negro, simple, camisa y pantalones anchos, contrasta con la luz de su piel; tan blanca que parece que brilla. La acompaña una banda pequeña y unas visuales que tiñen todo de rojo.

girl in red está en el Coliseo. Y Santiago la recibe con una emoción ensordecedora.

La corbata le cuelga del cuello. El estampado de amarillo oscuro recuerda un panal de abeja, y ella salta. Salta, patea y baila. Con la primera canción, el title track de su segundo y más reciente álbum I’M DOING IT AGAIN BABY! (2024), ya se los ganó a todos. Usa todo el espacio, se desordena, mueve su pelo rubio para todos lados. Se mueve por el escenario desinhibida, con la confianza y pasión de una niña que juega sola en su pieza a ser estrella de rock. Es caótica e inquieta. Lo disfruta. Y las chicas en el público también usan corbatas. Tienen brillos en los ojos y banderas en las manos. Visten de rojo. Se besan. Bailan. Gritan. Sudan. La siguen en cada paso. La química es inmediata.

Una rosa roja cae a sus pies con una nota: Para Marie.

Marie Ulven, la chica de 26 años detrás del proyecto musical girl in red, comenzó su carrera haciendo música en su pieza en los suburbios de Noruega. Compartiendo los links de su SoundCloud a la página de Instagram donde posteaba sobre patinetas para dedos – o fingerboarding, uno de los muchos nichos curiosos del internet – con la esperanza de que ese público coincidiera con su apuesta sonora de un bedroom pop con letras directas y crudas sobre que te guste una amiga hetero. Sobre tener depresión en verano y ser la chica muerta en la piscina después de una fiesta. Sobre las chicas que son tan lindas que te duelen y de cómo se siente enamorarse en el mes de octubre.

Y funcionó. En 2018, su música se hizo viral. Marie se convirtió en un ícono de la escena indie queer de la generación Z al punto en que se volvió un código. Una broma interna entre las chicas a las que también les gustan las chicas. Una forma de identificarse unas con otras: ¿Tú escuchas girl in red? 

Esta noche en el Coliseo, la respuesta es sí.

girl in red repasa su discografía. Comienza en lo más nuevo y retrocede. Nunca baja la energía. Desde la frustración cómica de You Stupid Bitch hasta la nostalgia del primer amor adolescente de we fell in love in october. La banda es intensa, envolvente. Su voz potente y delicada. No se queda quieta. Cambia de guitarra una, dos, tres, incontables veces. Lanza todas sus uñetas a la cancha. Recorre los éxitos de su primer álbum if i could make it go quiet (2021); canta su segundo álbum casi completo. Vuelve a lo clásico, desde canciones virales como girls que la hicieron saltar a la fama hasta joyas más desconocidas como dead girl in the pool. Y le corean todo. El Coliseo canta hasta quedarse sin aire. Y al terminar cada canción, girl in red da las gracias. Una y otra vez. Thank you so much, repite.

Gracias, dice con su acento imperfecto, y las chicas enloquecen aún más. Cuenta que su productor, Matias Tellez, con quien ha escrito gran parte de su música reciente y que está con ella en el escenario, es chileno. O mejor dicho, es noruego y sus padres son chilenos. Porque cuando el público le grita ¡Mijita rica! y ella le pregunta qué están diciendo, él no sabe responder. ¡Deberías saberlo!, le reclama ella. Se acerca a la primera fila y le ofrece el micrófono a una chica para que se lo explique. ¡You’re hot!, grita ella. Y girl in red se ríe. Toma su guitarra acústica para tocar October Passed Me By y sus fans prenden las linternas de sus celulares para iluminar el teatro como una pequeña galaxia. Un momento de calma ante el caos. El cambio de energía se siente, el aire se carga, y luego se quiebra en aplausos.

La hora avanza. Le lanza agua a quienes tiene más cerca. Las chicas se lanzan unas sobre otras para recibir una gota. Para tener una parte de ella. Para pasar el calor. Qué calor. Necesito que baje la temperatura para que sigan saltando, dice, mientras gira los ventiladores del escenario en dirección al público. Y cuanto toca Serotonin, una lluvia de globos rojos cae desde lo más alto del Coliseo. En una referencia directa al videoclip de la canción, los globos rojos tiñen el teatro y rebotan sobre las cabezas en la cancha. That was really fucking cool, dice ella, dando las gracias otra vez, y la noche cierra de la forma en que cierran todos sus conciertos: con la canción que le cambió la vida, explica. i wanna be your girlfriend. El éxito viral que catapultó su carrera hace seis años.

El público lo da todo para la despedida, y ella también. Es el clímax de casi una hora y veinte minutos de emociones acumuladas. Los aplausos y los gritos no paran. El adiós se alarga, pero no es suficiente. Se despide. I love you, motherfuckers. Nadie quiere dejarla ir. Todos quieren más. Pero las luces se prenden. Es hora de partir. El Coliseo se comienza a vaciar de a poco, con la adrenalina aún a flor de piel. Y al centro del teatro, mientras las chicas se abrazan al salir y comprar recuerdos en la calle, cuelga de la platea baja el cartel que define la noche:

WE FELL IN LOVE IN MARCH.

 

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